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domingo, 6 de septiembre de 2009

Las pausas y los otros (memento de las estaciones de servicio)

Cuando la ciudad se vio inundada de automóviles, cuando las veredas ya no alcanzaron para albergarlos, ni el aire para tolerar tanto monóxido, ni las casas antiguas para demolerse y dar sitio a estacionamientos medidos por hora, fracción o estadía, las estaciones de servicio se fueron apagando una a una. Como si tantos vehículos deglutiesen combustible hasta secarlas. Murieron sus neones, sus car wash, repuesterías, mini shops, maxiquioscos, y hasta los cafés que se pagaban en la caja y se sorbían en la vidriera. Los surtidores enroscaron sus mangueras. Luego (sin retorno) se retiraron. Más tarde las tapas de los depósitos de combustible desparecieron, los vidrios de las vidrieras se estrellaron, y las paredes se convirtieron en soportes de graffittis, carteles y pintadas de toda laya. Fueron alambradas, enrejadas y amuralladas con tabiques de cemento, viejas chapas de zinc, o carteleras inmensas que le devolvieron a la manzana su ochava y su línea municipal, y a los peatones affiches que cambian, se superponen, se rasgan y un buen día resucitan. Otras subsisten como lavaderos, o gomerías o playones en los que los automóviles esperan cualquier cosa menos carburante alguno. Sitios de estadía precaria. De espera. Ordenadas chacaritas por tiempos cortos. Supe verlas florecer cuando un peso era un dólar, los cajeros automáticos se refugiaban bajo sus techos, pululaban las palabras en inglés, todo era for sale, las viejas rebajas 10 o equis por ciento off (just like now, oh! My god!) y la “gente” una entidad salida de una revista, que no se traducía por people, pero cuya voz monopolizaban comentaristas y representantes. Solían ubicarse en las esquinas como una fisura de la cuadrícula hispánica. Como una caladura desmesurada e impertinente que taponaba toneles de naftas y gasolinas. Hoy las miro con nostalgia. Evoco las que han sido abandonadas a la vera de caminos por los que se circula poco y conservan desvaídas letras que aun toleran inclemencias: ACA, o YPF rodeada de una escarapela circular, sin pliegues. Rememoro rutas sin rumbos y tarjetas sin créditos ni débitos. Este es un tiempo sin estaciones y sin servicios, sin pausas y sin otros.






























5 comentarios:

  1. Que cierto que es,Excelente!!!!! publicacion, como ya nos tiene acostumbrado a quienes lo conocemos, lo felicito y lo quiero mucho!!!!! Andrea

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  2. Que bueno Ernesto que se haya animado a esto!!!, me encanto lo que hizo, tan real y verdadero, con que velocidad cambian las cosas y cuanto cuesta acostumbrarse a esta globalizacion... Dele para adelante y siganos deleitando con estas muestras. Un beso grande. Romina

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  3. Celebro la idea de compartir tus reflexiones y tu mirada.

    Documentas sin concesiones una realidad lamentable y dolorosa, y permites que nuestra alma respire, intercalando pinceladas artísticas que nos indican que algo diferente es posible. Muy buen trabajo.

    ".....Este es un tiempo sin estaciones y sin servicios, sin pausas y sin otros.", es una frase terriblemente cierta. Creo que es necesario esforzarnos procurando rescatar la esencia de lo humano.

    Marta Domenech

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  4. Como siempre, las imágenes y tus reflexiones son excelentes.
    Un beso grande
    Ana

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  5. hermoso, la extensión el arte de lo escrito en imagenes, gracias por la enseñanza de meditar lo cotidiano.

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